Compartido por:
Red Nacional de Gestores Culturales
Resumen enviado por
Lic. Max Araujo
Ex Vice Ministro de Cultura
14 de marzo d 2018
¿Cómo se integra la nueva militancia de los Puntos de Cultura?
Está surgiendo una nueva forma de militancia y con una efectiva base social. Cada punto de Cultura envuelve 11 personas en participación militante, prácticamente diaria (sea trabajo profesionalizado o voluntario), otras 300 participan de actividades regulares matriculadas en cursos, participando de grupos artísticos) o frecuentan el Punto cuando menos una vez por semana, aunque sea para visitar la biblioteca comunitaria o el cineclub; a estas, se suman unas 3,000 que participan esporádicamente. Estos datos están compilados en una investigación.
Apuntan a una participación media de 3,300 personas por Punto. Habiendo alcanzado 2,500 Puntos de Cultura al final de 2009, llegando a 27,500 militantes, 750 000 activistas y 8,250 personas envueltas en el proceso, además del público indirectamente beneficiado, por la vía de la mejora de la calidad de vida en sus comunidades y la constitución de ambientes sociales saludables y solidarios.
Toda esta experiencia tiene reflejo en la producción, circulación y consumo de la cultura y en el propio imaginario nacional, pudiendo, en el futuro, interferir en el propio ambiente social y político del país. Como percibió Gilberto Freyre en 1927 (“yo oigo las voces yo veo los colores de un nuevo Brasil que viene para ahí), también percibo que este nuevo Brasil está brotando; y los Puntos de Cultura hacen parte de esta siembra.
La palabra le sonaba tan familiar (“con el Punto de Cultura la comunidad está empoderada…”) que le pregunte si era un concepto presente en el candomble, como si fuere una entidad que “desciende” en las personas. Ella respondió de inmediato: “No”. Conocí esa palabra hace poco. Son ustedes los que hablaron tanto de empoderamiento; fue esto lo que ocurrió, nos empoderamos.
La diferencia de forma entre Punto de Cultura y Casa de Cultura consiste en que está, incluso compartida con la comunidad, es resultado de una acción gubernamental y está más volcada hacia edificaciones dedicadas. Es el Gobierno quien construye o adapta el espacio, decide la localización y su programación. En el Diccionario crítico de política cultural, el profesor Teixeira Coelho señala que esos espacios implican “una des-territorialización de la cultura de los modos culturales: práctica inicial u originariamente ejercidas en un determinado lugar pasan a serlo en otro lugar con el cual no están histórica o social mente ligadas. Esta artificialidad del origen es tan evidente y acentuada que nada raro surge como motivo principal de la decadencia o no utilización plena de sus recursos y posibilidades”. Con el Punto de Cultura, el proceso es inverso, correspondiendo al Gobierno reconocer y potencializar las iniciativas culturales de la comunidad en el territorio en el que ellas acontecen. El quehacer cultural y el territorio están intrínsecamente ligados.
Si el Punto de Cultura es la sedimentación de la red en el territorio, el Pontón de Cultura es el nodo que sostiene a la red.
Los pontones son articuladores, capacitadores, difusores en la red, integran acciones y actúan en la esfera temática o territorial.