Por:
Brenda Lara Markus*
Actriz y locutora
Miembro de la
Red Nacional de Gestores Culturales
La literatura en Guatemala siendo tan escasa y poco estudiada ha logrado un espacio importante en la literatura universal, aún con todas sus carencias y muy poca producción cuenta con un Premio Nobel De Literatura, Miguel Ángel Asturias[1] en 1967, cosa que hace que su desarrollo sea contradictorio, pues desde esa década el avance ha sido comprensiblemente lento, debemos tomar en cuenta que el país atravesó por un conflicto armado durante treinta y seis años y posterior a la Firma de la Paz en 1996, la dominación militar no ha sido del todo diluida, algo que ha propiciado que el país centroamericano, aparte del hecho de ser periferia y uno de los países con mayor herencia colonizadora, sea parte de los que caminan en la postcolonialidad.
Los críticos latinoamericanos como Walter Mignolo[2] han ahondado en esta corriente para clarificar los acontecimientos y orientar a la literatura. Mignolo (1996) realiza una definición acerca del término “postcolonial”:
“Argumentaré a favor de la razón postcolonial entendida como un grupo diverso de prácticas teóricas que se manifiestan a raíz de las herencias coloniales, en el cruce de la historia moderna europea con las historias contramodernas coloniales.(p.2)
Citando la actualidad en la literatura guatemalteca, varios autores caminan por esta misma senda desde hace ya varios años y en sus obras se han identificado rasgos de ‘aculturación’ y “transculturación”, términos tratados ya por el antropólogo cubano Fernando Ortíz según David Sobrevilla (2001):
“La primera es el proceso por el cual una cultura dominada recibe pasivamente ciertos elementos de otra, por lo que en ella misma se presenta una cierta “deculturación”. En cambio, la “transculturación” es el proceso por el cual una cultura adquiere en forma creativa ciertos elementos de otra, es decir, a través de ciertos fenómenos de “deculturación” y otros de “neoculturación” (p.21).
Debemos aceptar que nuestras culturas y formas de vida nunca podrán salir del todo de los implantes de la colonización, tal vez sea casi imposible la existencia de sociedades sin ninguna mezcla cultural (y de saberse por supuesto que desaparecerían). No se puede desligar el deseo de control y poder de las sociedades del Primer Mundo hacia cualquier corriente, específicamente Europa y Estados Unidos. Incluso las discusiones de los inicios y finales y los mismos términos se han dado en esos espacios, por críticos de la periferia, pero en el centro. Juan Blanco, filósofo guatemalteco, con una visión más cercana y necesaria para contribuir al estudio de la literatura guatemalteca, incluye no solamente a las ciencias sociales como instrumento de colonialidad, sino también la religión:
“Con las ciencias sociales, lo mismo que con el imaginario cristiano de los primeros siglos de la modernidad, se mantuvo la colonialidad del poder, se cultivó la lógica de la colonialidad. Salir de las mismas es intentar abrirse a lo negado, considerándolos lugares propicios y pertinentes de enunciación y no sólo “objetos” exóticos de estudio.” (p.94)
Es por eso que podemos afirmar que este análisis está siendo realizado desde la periferia de la periferia, aunque no queda realmente claro qué es la periferia y es que en cualquiera de éstas hay rasgos tan comunes con los centros que estos mismos se multiplican. Es posible que la misma palabra ‘periferia’, que es directamente subalternidad, sea solamente la forma de sumisión para no dar importancia a lo que en otras partes sucede o se realiza, haber sido colonizadas las hace imperceptibles e ignoradas en cualquiera de sus expresiones. Los centros no pueden dar poder a nada que esté bajo su dominio y no consideran válido lo que viene de los “inferiores”.
Por ejemplo: En una entrevista, Dussel hace ver que él inició con el término ‘postmodernismo’ en la filosofía política, que nos lleva generalmente a una influencia sobre cualquier aspecto cultural, pero con un sentido distinto al que luego le dieron autores centroeuropeos:
“<Filosofía de la liberación> del año 1975 en la primer página yo digo “esta es una filosofía postmoderna”, 1976. Pero por posmoderna yo entendía una filosofía más allá de la modernidad, pero los posmodernos europeos -Lyotard, Vattimo y después todos los que siguen- son todavía de la última etapa de la modernidad porque son eurocéntricos. Entonces yo ya no pude seguir hablando de la posmodernidad -que lo dije antes que Lyotard- porque utilizaron la palabra y la quemaron, tuve que decir “transmodernidad” o sea ir más allá de la modernidad.”[3]
Comprender por qué en Latinoamérica es difícil la aceptación del término ‘Postmodernidad’ o “Posmodernidad” es complejo hasta que se lee a Mignolo (1996) y su explicación:
“No iré tan lejos como para proponer lo postcolonial como un nuevo paradigma, sino como para tomarlo como parte de uno aún más grande. Me gustaría Insistir en el hecho de que el “post” en “postcolonial” es notablemente diferente de los otros post de la crítica cultural contemporánea. Iré aún más allá al sugerir que cuando se compara con la razón postmoderna, nos encontramos con dos maneras fundamentales para criticar la modernidad: una, la postcolonial, desde las historias y herencias coloniales; la otra, la postmoderna, desde los límites de la narrativa hegemónica de la historia occidental.” (p.2)
[1] Escritor nacido en la ciudad de Guatemala en 1899 y falleció exiliado en Madrid en 1974 después de varios años en Paris, donde fue enterrado.
[2] Semiólogo argentino, nacido en 1941. Se le conoce como una de las figuras centrales del poscolonialismo latinoamericano y como miembro fundador del Grupo modernidad/colonialidad.
[3] DUSSEL, E. (2003, OCTUBRE, 17). E. DUSSEL EXPLICA LA TEORÍA: “EL GIRO DESCOLONONIZADOR” (THE DECOLONAIZING TURN). ARCHIVO DE VIDEO RECUPERADO DE HTTPS://WWW.YOUTUBE.COM/WATCH?V=MI9F73WLMQE
* Estudiante de Letras y Filosofía en la Universidad Rafael Landívar, actriz y locutora.