Por:
Brenda Lara Markus*
Actriz y locutora
Miembro de la
Red Nacional de Gestores Culturales
Es posible que sea algo que en Guatemala se trabaja lentamente, pero se hace, y se espera como un aporte a un cambio que signifique renovación, que actualice el pensamiento ya no de forma frustrante sino de aceptación, un aporte que nos lleve a una identidad que contemple la hibridez desde cada espacio, un proceso que no ha sido pleno y satisfactorio, pues para llegar a esto se involucran aspectos como el económico y político.
Otro término utilizados en esta corriente es precisamente ese “hibridez” que, a mi parecer, tiene mucho más peso que los anteriores:
Mestizaje: abarca solamente mezcla racial
Sincretismo: Mezcla solamente movimientos simbólicos tradicionales
Hibridez: Abarca más mezclas, la interculturalidad.
La hibridez contiene las tantas expresiones de cada sociedad para intentar encontrar esa identidad, sin comprender que esa es la riqueza que por la misma colonización no se logra visibilizar en los contextos socioculturales y que ha derivado en racismo y discriminación.
El concepto es propuesto por el teórico Nestor García Canclini[4] (1990), quien ha acuñado el término “hibridación cultural” y define hibridez así:
“abarca diversas mezclas interculturales no sólo las raciales a las que suele limitarse “mestizaje” y porque permite incluir las formas modernas de hibridación mejor que “sincretismo”, fórmula referida casi siempre a fusiones o de movimientos simbólicos tradicionales.” (p.15)
Todos los términos anteriores hacen referencia a una ruptura histórica que ocurre de forma cíclica, todas las etapas llevan a grandes análisis, pero en tiempos actuales, con la globalización y el “quinto poder”, sobre todo con las redes sociales, estas identificaciones se hacen cada vez más difíciles, no solamente en cuanto a forma sino también en tiempo. Hoy los estudios son mucho más rápidos, las tendencias cambian cada poco y por lo tanto la búsqueda de identidad se hace algo así como “desechable”. Algo que en Guatemala, por los acontecimientos recién pasados, en las llamadas “Jornadas de 2015”, ha sido de mucha mayor confusión para la sociedad, de hecho actualmente se intenta avanzar, mientras que para algunos la necesidad de revivir épocas de conflicto armado también se hace latente por su importancia histórica y la memoria que aún no se ha establecido plenamente, debido a la negación de lo ocurrido. Esta reivindicación es indispensable para dar ese siguiente paso de renovación para poder romper nuevamente paradigmas históricos.
Hay algo importante que hay que ver refiriéndonos a Guatemala. En lo político se está realizando una transacción similar a la ocurrida en 1542 cuando se establecieron las Leyes Nuevas. Martínez Peláez (1994) “…se libraron de quedar como esclavos, pero no pasaron a ser trabajadores libres”(p.79). Hoy el poder legislativo realiza reformas a leyes que perpetúan el poderío capitalista que pretende conservar la herencia económica y de tierras, impuesta desde la colonización, por lo que es importante recordar, que bajo este sistema, la cultura continúa siendo golpeada y amordazada para permanecer estática. Aunque se ha avanzado mucho, podríamos temer que esta lucha que recrudece, traiga de nuevo los prejuicios de aquella época, si es que en algún momento se habían minimizado. Hoy el manejo en este sentido no viene más de países europeos –España- sino desde EEUU.
Y a lo anterior se debe adicionar que el rompimiento de los paradigmas sí avanza en cuanto a géneros, uno de los aspectos más fuertes de resistencia, con lo que se da toda la razón a Cornejo Polar cuando habla de homogeneidad entre grupos pequeños dentro de la hibridez, que también son actitudes poscoloniales si nos basamos en la definición de Mignolo en su ensayo “Herencias coloniales y teorías postcoloniales”, donde se inclina por comprender la cuestión postcolonial como una configuración de la liberación de reglas coloniales y las etapas de la modernidad..
Los anteriores aspectos de sociedad también son parte de la desterritorialización. Lo observamos con los movimientos actuales de homosexuales quienes han realizado su propia literatura y mantienen sus propios espacios, expresiones culturales, etc. y que se apegan a grupos similares de cualquier parte del mundo, sobre todo en cuanto a la lucha por ser respetados, y este es otro de los aspectos culturales que abarca el análisis de esta obra.
Hipocresía cultural: violencia al desnudo
“Me salí de mi cuerpo, casi podía ver la escena, sabiendo que no era yo a quien violaban, sino la imagen de la india en mi cuerpo”[5]
Patricia Cortez Benfeldt es una de las pocas escritoras guatemaltecas que se desliga de la utopía. En su novela Sentirse Desnuda, toca crudamente muchos temas realmente fuertes de la sociedad guatemalteca y su cultura, sobre todo en lo femenino, temas que posiblemente son evadidos u obviados por la mayoría de los escritores en Guatemala, o tal vez solamente son tratados de otras formas más “suaves” o políticamente correctas. Aquí la hipocresía no tiene cabida, estas letras van directo “al grano” con un valor que nos golpea radicalmente en ese conservadurismo implantado y medio aceptado. Los guatemaltecos en las áreas urbanas se creen “cabrones” y resistentes, a su manera, a silencios, a miedos, a pudor hecho a puras mentiras plenamente conscientes.
En esta novela encontramos ese proceso necesario en la decolonización del pensamiento latinoamericano. Aún desde su estilo y estructura y por supuesto de fondo, nos da de golpes y enérgicamente hace un llamado de atención a esa comodidad y esa “obviedad cultural” que nos adormece, especialmente al tema de la mujer y, a pesar de que el libro fue escrito a finales de la década de los noventa, estos aspectos están más vivos que nunca, pero no de manera positiva, sino más merecedores de violencia, incluso, por parte de los mismos colonizados, quienes irónicamente son el mayor freno de esta sociedad.