Escrito por:
Dr. Daniel Matul Morales
De su muro Facebook
19 de abril de 2017
Como se sabe las culturas que inventaron su sistema de escritura se localizan en el valle de la Mesopotamia, en Sumeria, en Egipto, en la China y en Mesoamérica. Los antepasados mayas realizaron su escritura sobre piedra, cerámica, madera, hueso, metal, concha, jade, mantas de algodón, pieles de venado. También, escribieron libros en papel de excelente calidad, elaborado con corteza de los árboles higuera silvestre y amate, y maguey, recubiertos con fina pasta de cal y arena, denominada estuco. La investigación científica ha llegado al acuerdo de clasificar la escritura maya en inscripciones y códices.
Se denominan inscripciones a las efectuadas sobre piedra: estelas, altares, lápidas, dinteles y elementos arquitectónicos en general. Los códices constituyeron auténticos textos acerca de diversos aspectos de la vida, cifrados en pergamino. Seguramente, escribir y leer constituyo una de las pasiones más significativas de la cultura maya, innumerables bibliotecas, en casi todas las ciudades, se encontraban al servicio de la población. El cuidado de la biblioteca era responsabilidad del Aj Pop Kam Já: Erudito y curador de los libros de las Casas Grandes.
La catástrofe de este caudal científico llegó con la invasión española. En 1562 en Maní, Yucatán, el obispo inquisidor Diego de Landa, en uno de los actos más crueles de violencia en contra del conocimiento universal, invocando su “fe” incineró la producción científica y sagrada maya. El Dr. Felipe Meneses Tello, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México, refiere que Landa quemo 70 toneladas de libros y, citando a Lourdes Arizpe y Maricarmen Tostado, agrega que fueron cien mil códices los calcinados. Únicamente se salvaron: Códice de Madrid, Códice de Dresde, Códice de Paris y el Pop Wuj.