Compilado por:
Lic. Max Araujo
Ex Viceministro de Cultura
Experto en Legislación Cultural
El Dr. Montiel sostiene que “tradicionalmente la política exterior ha estado inspirada en una lógica sustentada principalmente en un poder coactivo. Esta clase de poder suele llamarse poder tangible, el cual, sin embargo cuando habla de la cultura se trata de un poder intangible. Este poder no está basado en el interés económico o en la compra de favores, como ocurre a menudo con el poder económico.
No se trata tampoco, como en el caso del poder coercitivo, que se sustenta en el temor que se ejerce ante otros. Se trata de un poder que basado en una pluralidad de vías que tienen como eje la capacidad de persuadir, la capacidad de atracción y convencimiento de que los valores que dirigen un país o una región (en primera línea los valores y principios que conformen un modelo cultural y un modelo social) son los más convenientes para todos, al punto de aceptar la modificación de una conducta determinada. Por lo general, la capacidad de atracción, propia al poder simbólico, conduce a menudo a la aceptación de las posturas que intenta defender un país, sin que sea necesario recurrir a prebendas o a alguna forma de disuasión.
Hay una diversidad de elementos que ayudan a configurar ese ‘modelo cultural’ que emana de un país: el prestigio, una imagen positiva, su capacidad de comunicar hacia afuera, su grado de apertura al exterior, la ejemplaridad de sus prácticas, ‘la atractividad’ de su cultura, de sus bellas artes, de su patrimonio monumental, la gracia de sus costumbres, la justicia de sus ideas, pensamientos y religiones, la fuerza de su capacidad innovadora en la educación y las ciencias, la intensidad de su acción bilateral y multilateral.
En suma, la movilización de estos recursos intangibles se traduce en una capacidad de influencia que cuenta cada vez más en la escena internacional. Este poder versátil se sustenta en tres clases de recursos intangibles: la diversidad cultural de un país o de un bloque de países, los valores o ideales políticos que defienden (por ejemplo, los derechos humanos, la paz o la democracia) y la justicia de sus prácticas políticas y sociales. La llamada ‘diplomacia humanitaria’ o la ‘diplomacia de solidaridad democrática’ fundamentan su acción internacional con base en valores e ideales éticos compartidos.
Un ejemplo, extraído de la Segunda Guerra Mundial, ilustra los beneficios que puede representar para un país su prestigio, su autoridad cultural, incluso cuando su poder duro se vea menoscabado. Una práctica usual durante este conflicto era el bombardeo masivo de las ciudades de los países en guerra. Londres recibió centenas de bombas V2 y muchas ciudades alemanas fueron reducidas a polvo y cenizas. Hubo no obstante dos excepciones: París y Roma. No fueron bombardeadas ni al inicio de las hostilidades ni al final. La explicación se puede encontrar en la señalada admiración que ejercían estas ciudades en el imaginario tanto alemán como de los aliados. No fue la disuasión militar, ni el interés económico lo que salvó a París y Roma, sino su capacidad de atracción, sus valores y su cultura, representadas por su arquitectura y sus artes, percibidas por todos como joyas de la humanidad que lo volvían intocable a ojos de cualquier estratega razonable.
Un país puede tener una notoria participación en la escena internacional gracias al poder intangible que posee. Este es el caso de Grecia. Un país limitado en territorio y en recursos como la república helénica, tiene un eco en el panorama europeo y mundial, en buena parte, gracias al pasado histórico que posee: cuna de las ciencias, del arte y de la filosofía de Occidente.
Este pasado, asumido como suyo por el resto de países europeos, ha hecho que este país tenga un cúmulo de poder intangible que ha traído también un incremento de su poder tangible. Su rápida incorporación a la Comunidad Europea lo muestra.
Si se profundiza en el potencial intangible se puede advertir que este recurso fue muy utilizado en la historia, en especial en la China antigua, de cuya tradición estratégica forma parte. Antes de Sun Tzu, hace casi tres mil años, fue un Maestro, Confucio (Kung-Fu-Tse), quien formuló clara y sencillamente el concepto: “Quien pretenda someter a los hombres por la fuerza de las armas no alcanzará la sumisión de sus corazones; por esto, la violencia nunca es suficiente para dominarlos. Quien conquiste a los hombres por la virtud, consigue que todos se sometan a él sin reservas y con el corazón alegre”. (Montiel, Edgar. Informe del Encuentro Andino Sobre Diplomacia Cultural)