Escrito por:
*Luis Manuel Muñoz Lemus y
Walter Enrique Gutiérrez Molina
Publicado en Diario de Centroamèrica
-10 de abril de 2017-
Debajo de toda la suciedad, resurgieron las lágrimas originales, ocho en total, pintadas con cierto relieve y mucha finura en un color blanquecino, lo que seguramente fue la base para decidir colocarle posteriormente las de vidrio. Por esta razón, se decidió conservar este elemento tradicional, solo que esta vez, las lágrimas son mucho más mesuradas, hechas específicamente para él, y colocadas justamente sobre las gotas ahora descubiertas, para respetar la ubicación dada por el encarnador.
Se le diseñó una estructura metálica, ergonómica y más funcional que servirá para sujetar la cruz y además como un soporte adicional para la escultura. La orfebrería también se trabajó, haciendo los ajustes técnicos indispensables para evitar que estas piezas lastimaran a la imagen, tanto en los tres juegos de potencias como en los dos resplandores. Las roturas y faltantes fueron arreglados y se hicieron algunas correcciones necesarias. Las partes que lo requirieron fueron sobredoradas con oro de 24 quilates.
Alonso de la Paz y Toledo
Sumamente difícil es definir una atribución, así sea con el documento o solo con la apreciación estilística, o inclusive con ambos. Se debe ser cauteloso. El valor histórico del documento presentado por Haroldo Rodas, que señala la hechura de San Felipe Neri por Alonso de la Paz y Toledo y encarnado por el maestro Mazariegos para 1697, es incuestionable.
Ambas tallas muestran gran calidad de ejecución, a pesar de las modificaciones sufridas. San Felipe Neri cuenta con el respaldo documental, la calidad en fisonomía, cabello, barba y manos, como menciona Rodas, inclusive con la pieza de plata en el hombro que sujeta el Espíritu Santo. Por su parte, Jesús Nazareno tiene un estudio anatómico cuidadoso y detalles del rostro sumamente estudiados, así como la barba y bigote realizados con mucha finura, al igual que la calidad en manos y pies, también correspondiente al trabajo de un gran maestro. Sin embargo, no es tan fácil concatenar todos los rasgos entre uno y otro, como el desarrollo de las orejas, el manejo de proporciones de los dedos y el tabique nasal como algunos ejemplos.
Lo anterior no descarta el planteamiento del licenciado Rodas, solamente establece otro panorama y propone ahondar más en documentos que corroboren lo ya establecido, o plantear el nombre de otro gran maestro aún no localizado, así como el informe de cambios sufridos en ambas tallas. En relación con la policromía, queda descartado un análisis en ambas por las intervenciones sufridas, principalmente las de San Felipe, con un encarnado mucho más moderno.
Jesús Nazareno de las Tres Potencias y San Felipe Neri son parte de nuestro valioso acervo cultural y son dignos representantes de una extraordinaria escuela escultórica que supo transmitir por medio de sus formas un valor espiritual que va más allá de cualquier documento histórico o apreciación estilística y que ahora también han podido hablar mediante su corporeidad y así contar parte de su propia historia. Finalmente, un agradecimiento especial a María Luisa Lemus por su apoyo en la realización de este texto.