Formación de gestores culturales  -1 de 5-

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Por
Luis Ben Andrés
Tomado de:
Atalaya gestión cultural
Blog Cultural
23 de febrero de 2018

La formación de gestores culturales tiene unas especificidades propias que derivan de una parte de su historia reciente y, de otro lado, del carácter hasta ahora poco estructurado de la profesión. Un repaso a esa historia y a la evolución de la formación de gestores constituye el objetivo de este capítulo.

«Entre nosotros, la práctica en el mundo, en la medida en que comenzamos no sólo a saber que vivíamos sino a saber que sabíamos y que por lo tanto podíamos saber más, inició el proceso de generar el saber de la propia práctica» Paulo Freire

 

Cartas a quien pretende enseñar

La de gestor cultural es una profesión que como tal podemos remontar a los últimos treinta y cinco años en nuestro país. Con ello no se afirma que con anterioridad a esa fecha no existiesen personas, profesionales, cuyo trabajo consistiese en la organización de eventos culturales o que trabajaran en organizaciones públicas o privadas a las que se pudiera catalogar como del sector cultural.

Es evidente que a lo que nos referimos es al hecho de que hasta que España no recupera la normalidad democrática, 1979 es una fecha más o menos adecuada a tal efecto, no se puede empezar a hablar de políticas públicas culturales en consonancia con nuestro entorno europeo, ni se produce lo que se puede llamar un encargo social de incorporar a la cultura a las instituciones públicas y a la vida pública de la nación en todos sus niveles de gobierno y administración, desde los municipios hasta el gobierno de la nación.

Desde esta perspectiva hablamos de una profesión «nueva», que se abre paso a trompicones y que en esos inicios está aún muy poco regulada. Existían profesiones culturales con solera y tradición como es el caso de bibliotecarios, archiveros, museólogos por ejemplo en lo público y, en lo privado, productores, managers, directores, etc. Pero es con las primeras corporaciones locales democráticas (1979) y con la creación del Ministerio de Cultura (1978) cuando se dan los primeros pasos para una institucionalización de la cultura en la línea de países de nuestro entorno como Francia, Italia y otros de Europa.

Este proceso de institucionalización exige la presencia de profesionales y cuadros que se encarguen de la puesta en marcha de las recién estrenadas políticas culturales de la democracia. Así pues crecen las estructuras administrativas y se empiezan a poner en marcha de forma sistemática programas y proyectos culturales desde lo público. Los profesionales facultados para esta tarea constituyen la primera generación de gestores culturales de nuestro país.

Uno de los principales problemas a los que se han de enfrentar estas personas es el de sus carencias formativas en muchos casos para las tareas encomendadas. Hemos de tener en cuenta que en primer lugar no existía una formación reglada y académicamente homologada que de una parte diera el acceso a la profesión y, de otro lado, dotara a los profesionales de las herramientas y conocimientos imprescindibles para su ejercicio.

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