Escribe:
Rosina Cazali
Publicado en NÓMADA
14 de febrero de 2018
¿Momentos excepcionales elaborados por personas excepcionales como Roberto Cabrera o Danny Shaffer?
Sí. La diferencia con los procesos del CAP es que ya no es un asunto de excepcionalidad. Su manera de transmitir el arte tiene un nivel de sofisticación sorprendente. Su filosofía es introducir el arte a la experiencia cotidiana, sin condiciones. Además lo hacen con una dedicación y constancia admirable, a chicos que van desde los 5 años hasta los 18.
La primera vez que estuve en el CAP, junto con Jessica Kairé, fuimos invitados para hablar sobre el NuMu y otros temas. Durante la conversación, una niña de no más de trece años, observó con gran propiedad: “ah, eso es como la poesía dadaísta”. Es decir, es una referencia sofisticada que ya es parte de su día a día. Es alucinante y muy emocionante. Estoy convencido de que, a nivel de formación artística, el CAP va a tener repercusiones a corto y largo plazo.
Pasando a otro punto, muchos estamos enamorados de la repercusión que tuvo la Sinfonía del Tercer Mundo de Joaquín Orellana en Atenas. ¿Cómo sucedió, cómo se hiló el proyecto?
En realidad es algo que comenzó con la presencia del artista Carlos Amorales en Guatemala en 2011. Confieso que para entonces yo conocía poco a Orellana, sabía lo esencial (músico, electroacústica, marimbas) pero nada sobre la profunda complejidad de su trabajo. Carlos fue quien nos advirtió, a Alejandro Torún y a mi: “¡Cabezas como las de él ya no existen!”.
Aquí, una pieza sobre su trabajo.
Pues es que la cabeza de Joaquín debería de ser nombrada patrimonio intangible…
Con la convicción de que el maestro se lo merece, comenzamos a trabajar el proyecto con Alejandro Torún. Al principio, Joaquín estaba bastante escéptico. Fueron muchísimas horas de conversaciones para comprender que lo más importante para él, en ese momento, era grabar o regrabar una serie de obras que nunca habían sido registradas debidamente. Sin pretender demasiado comenzamos la intensa búsqueda de fondos con la esperanza de reunir suficiente para, al menos, registrar una obra.
Pero según entiendo lograron reunir suficiente para cuatro y ¡un gran concierto en la sala grande del Teatro Nacional! Contame, ¿cómo fue ese proceso, qué tropiezos tuvieron? Imagino que no fue fácil.
Una o-di-se-a. El nivel de temores (o “tumores”) que existen en el laberinto del Teatro Nacional, e incluso en el Ministerio de Cultura, no te lo puedo explicar. A pesar de que es la casa de Joaquín, tuvimos problemas muy serios.
¿Serios, serios? ¿Para conseguir el espacio o en el proceso de producción?
El director del teatro, Álvaro Veliz, siempre tuvo toda la disposición para apoyarnos. También contamos con trabajadores que sí ayudaron desinteresadamente. Pero no tardaron en aparecer los personajes (un grupo de trabajadores del teatro) que están acostumbradas a sabotear todo lo que les exija “trabajo demás”. Con decirte que el día de la grabación teníamos a 100 músicos listos para interpretar la música y los coros y a Juan Switalski…