Escribe
Dr. Daniel Matul Morales
Tomado de Facebook
18 de abril de 2017
El 18 de abril del año 850, fue un día trágico para la iglesia católica. Resulta que en Córdoba, región de Andalucía, España, la intransigencia en contra del cristianismo, dispuso de la vida de un presbítero y sacerdote llamado Perfecto. Tiempo después, pasa a formar parte del conjunto de personalidades admiradas en la Iglesia católica como santas y el 18 de abril queda establecido, en el santoral católico, como día de San Perfecto. Por una coincidencia significativa, siendo, aproximadamente las 20:30 horas, el 18 de abril de 1902, hace ciento quince años, la entrañable y milenaria ciudad de Quetzaltenango, quedó prácticamente en los suelos.
Dejando inmenso círculo de infelicidad, un extraordinario terremoto había conmovido la estructura arquitectónica de la ciudad y lo más hondo del espíritu de sus habitantes. Ensordecedores ruidos, pavorosos gritos, insondable oscuridad, incansables aullidos, miradas de interrogación, rezos implorando misericordia divina, por casi minuto y medio, duración del sismo, borraron de la memoria quetzalteca la esperanza y porvenir luminoso trazado por los antepasados. El minuto y medio quedó registrado como el “Terremoto de San Perfecto”. Ninguna disertación o razonamiento alguno ha podido describir, a profundidad, la paradoja desventura presente/confianza en el porvenir, que el discurso místico a ritmo de vals del virtuoso Mariano Valverde.
Mariano Valverde, viajando pausadamente por las calles de la tragedia de su pueblo, cuando solamente contaba con 18 años de edad, desveló del pentagrama de su corazón “Noche de Luna entre Ruinas”, oración mística destinada a restablecerle a la ciudad su atmosfera de magia, de intrepidez, de tristeza, de regocijo, de sabiduría humana, de cordura. Noche de Luna entre Ruinas, aún en medio de la tragedia, en cada vibrante nota atesora la posibilidad de inspirar y elevar la propia existencia recurriendo a la tradición, a la valentía, a la ternura y al amor. A ciento quince años del terremoto de San Perfecto, en la brillantez de la Luna de abril, el fuego de la sabiduría de la ciudad continúa su marcha hacia el porvenir, a pesar de haberse apagado en el corazón de sus dirigentes políticos.