Escrito por:
*Luis Manuel Muñoz Lemus y
Walter Enrique Gutiérrez Molina
Publicado en Diario de Centroamérica
-7 de abril de 2017-
A partir de mediados del siglo XIX, cuando la formación de la idea de Nación empieza a cuajar de una manera más coordinada gracias a las ideas ilustradas de finales del siglo XVIII, y llevadas a la práctica en América Latina con los procesos de independencia, la historia del arte en Guatemala empieza a ser motivo de algunas reflexiones, especialmente por aquellos que se encontraban próximos a la mayor fuente de arte que por aquellos años se contemplaba: el arte religioso ligado y vinculado profundamente con la religión católica.
Tal interés despertó en el arzobispo Francisco de Paula García y Peláez la inquietud de buscar entre los miles de folios que conservaba la institución que él regía, información que diera un panorama de algunas obras en concreto. De ahí nace la primera intención de acercarse a la historia de las esculturas que los guatemaltecos han venerado desde el siglo XVI. Sin embargo, también es notorio que desde el trabajo de este extraordinario arzobispo se inició una larga tradición de atribuciones que adjudicaba nombres y fechas a las imágenes más reverenciadas.
Valor agregado
Como resultado, durante buena parte del mismo siglo y la primera mitad del XX se formaron leyendas con visos de verdad que pasaron a formar parte del imaginario colectivo de los guatemaltecos. El periodista Víctor Miguel Díaz reunió a lo largo de su carrera muchas de estas versiones del origen de las principales imágenes de devoción, publicándolas en su libro Las Bellas Artes en Guatemala en 1934.
Hay que explicarse el aparecimiento de estas atribuciones sin base documental en la necesidad de un conglomerado de encontrar sus orígenes y construir sobre estas leyendas una identidad que generara valor agregado social y cultural. De esa cuenta, no será sino hasta la llegada de la Revolución del 44 cuando se inicien los estudios sistemáticos que darán cuenta del origen de las principales devociones de los guatemaltecos. Sobra decir que no sería sino hasta finales de los 70 y las décadas de los 80 y 90 cuando se produciría un avance notable por parte de los historiadores del arte en indagar sobre nombres y fechas de los realizadores del patrimonio colonial guatemalteco.
En 1996 apareció la publicación Jesús de las Tres Potencias, arte, historia y tradición, coordinada por el historiador Juan Haroldo Rodas Estrada, en el que se hizo pública una extensa investigación hemerográfica y de archivo en torno a la imagen de Jesús Nazareno de la Parroquia Vieja –Escuela de Cristo- y al patrón de la orden de los Padres del Oratorio, San Felipe Neri, cuyo contenido ahondaba en el origen de los templos que involucra su historia: Escuela de Cristo, Cruz del Milagro y Nuestra Señora de la Asunción, así como las vicisitudes de su historia ocasionadas por causas políticas.
Veinte años después de la publicación del referido libro, habiendo fallecido ya el historiador Rodas, se concreta un proyecto que tuvo sus inicios justamente por aquellos años: la restauración científica de ambas esculturas. El 29 de marzo del 2016 las dos imágenes fueron despedidas en la Parroquia Vieja por multitud de fieles e ingresadas en las instalaciones del Departamento de Conservación y Restauración de Bienes Materiales del Instituto de Antropología e Historia, del Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala.