Ciudad Peronia
Ciudad Peronia (Foto Plaza Pùblica)
Escribe
André de Paz
Sociólogo, artista y gestor cultural
07 de noviembre de 2017
Su ubicación geográfica y la violencia de los años noventa han condenado a Ciudad Peronia a la marginación de cualquier inversión municipal y han marcado su historia. Sin embargo, las juventudes del área han sabido organizarse para transformar su realidad. Desde 1998 la agrupación Peronia Adolescente le ha apostado a la formación ética y política de jóvenes a través de campamentos, escuelas de arte y metodologías lúdicas.
El centro cultural de Peronia Adolescente está decorado con graffitis hechos por los jóvenes de la comunidad. Desde la entrada se observan zancos y algunos zapatos colocados ya en posición. En las paredes se leen las palabras que definen el trabajo que hacen: amor, amistad, arte, familia. Llegar no es difícil. “Si venís en bus le tenés que decir al chofer que te deje en la parada Los Pinitos y luego caminás para arriba. Vas a ver una casa con murales a tu mano derecha. Ahí es”, dice Marta Chicoj, de 37 años. Marta es la directora de Peronia Adolescente desde 2009; formó parte de la primera generación que se involucró en la organización y su nacimiento.
“A la cultura le llaman pérdida de tiempo, pero yo con mi música pago mi renta, mi agua, la leche y los pañales de mis hijos. Me gano la vida en los buses desde hace 11 años y fue en la organización que aprendí a tocar guitarra, a leer música y a aceptar culturas diversas”, explica Diego aka Lian improvisando reggae, de 28 años, quien se involucró con la organización en 2005 y desde entonces dedica su vida a hacer rap y reggae.
Ciudad Peronia (Foto Plaza Pùblica)
Lesli Pérez, de 17 años, identifica que uno de los componentes clave del trabajo de Peronia Adolescente es el de “aprender y enseñar”. Lesli habla desde la banqueta frente al centro cultural de la organización, mientras la señora de la tortillería de al lado escucha a un hombre narrar cómo un coyote estafó a su familiar: le cobró y luego lo abandonó en medio del desierto. Lesli Canela Pérez sonríe y juega con sus colochos al recordar los pasos que ha caminado acompañada de Peronia Adolescente. “Mi hermana y yo estuvimos en Camino Seguro cuando éramos pequeñas, mi mamá era recicladora. Con los derrumbes dejó de trabajar allá y no tenía un trabajo fijo para que nosotras pudiéramos seguir estudiando. Nos graduamos de sexto y nuestro plan era meternos a trabajar. Un día, vimos un festival que estaban haciendo acá por las canchas y ahí nos enteramos de la organización”, recuerda. Ahora, cuatro años después de ese primer acercamiento, Lesli estudia bachillerato en computación con una beca financiada por Peronia Adolescente y aspira a estudiar Psicología en la universidad.
“Yo venía de una tradición en donde me hacían de menos, y aquí sentí que me escuchaban. Ahora digo orgullosa que vivo en Ciudad Peronia, he trabajado mucho en mí y en mi comunidad como para negar mi origen”, agrega con lágrimas en los ojos. Lesli respira profundo, voltea a ver y continúa: “Esto te llena como humana, porque rompe con la costumbre de la violencia y el estigma. Yo aprendí a zanquear y ahora también le enseñamos a un montón de niños que están viniendo”.
“Tus colores y los míos pintamos Peronia” se alcanza a leer en las playeras moradas, blancas y celestes que la organización gestionó para esta edición del Festival. Ya con las camisas puestas, unas 30 personas realizan un círculo frente al escenario. Son las 7:30 de la mañana. El evento inicia con una ceremonia maya. El fuego al centro del grupo se mueve con el aire, y la vista de todos se clava en las llamas. Tienen algunas velas de colores en sus manos, y cierran la ceremonia dejando en ellas sus intenciones. El 17° Festival Cívico Cultural de Peronia Adolescente está comenzando.
Para leer la nota de prensa:
https://www.plazapublica.com.gt/content/peronia-adolescente-reducir-la-violencia-ritmo-de-hip-hop