Escribió:
Haroldo Rodas +
Doctor en Historia
11 de abril de 2017
A veces problemas de envidia, o situaciones de menosprecio a sus antecesores hacen que mucho de este legado se pierda en manos de los nuevos directivos, que buscan opacar así cualquier acción positiva o valedera de quienes les han antecedido en los cargos, para dejar tan solo evidencia de lo que ellos están ejecutando.
El otro gran problema es el tiempo, y el medio ambiente. El primero se gesta en una distancia que no permite muchas veces visualizar la trascendencia que tiene la existencia de libros de inscripciones o diseños de recorridos muy antiguos. Puede pensarse que esto es tan solo un deseo de conservar papeles viejos sin ningún interés e importancia.
Otra situación que se afronta es el medio ambiente, a veces cálidos o húmedo que no permite conservar en las mejores condiciones los papeles y fotografía, que se llenan de hongos o tierra ya que quedan en un total abandono y sin el resguardo adecuado de archivos, quedando a merced de todos, que ven en aquellos valores tan solo papeles sin ningún interés.
Esto nos obliga a pensar en otra problemática: el embalaje que muchas veces no está previsto, ya que no se contempla que los archivos “muertos” son también útiles para reconstruir el pasado, pero permiten un diálogo con el presente. Esto conlleva una dinámica en la cual se debe establecer un inventario de documentos, que puedan ser resguardos en cajas de cartón, protegidas de sistemas adecuados de polietileno, para que sirvan de agentes de protección y evitar el ingreso de gérmenes destructivos.
Antes de establecer estos embalajes desde luego debe establecerse una técnica de clasificación y resguardo. Para esto es necesario que la persona comisionada tenga un verdadero respeto y cariño por estos valores, se identifique con ellos para colocarse como su protector y gestor de conservación. El encargado deberá estar provisto de una alta sensibilidad por este objetivo. Si bien puede comisionarse a alguien de forma personal, el elegido debe de contar con cualidades muy precisas, que permitan en primer orden el reconocimiento de su accionamiento por esta actividad, pero a la par de ello contar con ciertos conocimientos básicos para organizar la papelería y procurar que esta sea salvaguardad en la mejor forma posible.
El agente impulsor de semejante actividad será no solo un archivero, sino alguien que deberá identificarse con una labor sublime que permita concienciar a todos de la relevancia que posee el rescate, conservación y salvaguardia de la memoria histórica de una agrupación, que como en el caso de la cuaresma y semana santa, no es importante solo para su comunidad, sino para todo el país, y finalmente al ser un valor patrimonial de orden nacional, se proyectará con un valor trascendental mundial hacia el futuro.
Si hay conciencia de ello podremos ofrecer un panorama de la forma en que fue protegida la memoria de la Cuaresma y Semana Santa, pero también permitirá decirnos, si es que perdemos esta acción cultural, porque se extinguió un valor que es tan trascendental entre todos los guatemaltecos contemporáneos. Esperemos que ello no suceda, sino que por el contrario, este valor intangible de nuestra cultura se proyecte hacia momentos sublimes de la eternidad.