Por
Luis Ben Andrés
Tomado de:
Atalaya gestión cultural
Blog Cultural
12 de marzo de 2018
Durante estos años también hemos podido asistir a la realización por parte de los poderes locales y autonómicos de numerosos seminarios, cursos y jornadas dirigidos a los profesionales de la gestión cultural. En el caso andaluz cabría destacar el esfuerzo que en su momento realizaron algunas diputaciones provinciales (Cádiz, Córdoba, Almería y Granada esencialmente) cara a la formación de los técnicos gestores de las pequeñas poblaciones de sus respectivos territorios.
A modo de ejemplo, la diputación de Cádiz desarrollo durante los años 1991 a 1995 un programa de formación y reciclaje en que participaron más de treinta técnicos de municipios menores de 20.000 habitantes y que se basaba en un proceso de tipo participativo de construcción de programas a partir del análisis de las necesidades y demandas de los propios técnicos.
Coincidiendo con los momentos expansivos de las administraciones culturales y de sus presupuestos se desarrollaron por todo el país numerosas propuestas e iniciativas de formación para gestores culturales. La llegada de la crisis ha supuesto un retroceso importante en lo que se refiere a la oferta formativa para gestores culturales en general y en el conjunto del país.
De hecho podemos constatar cómo han desparecido incluso algunos de los másteres que existían, siendo el caso andaluz tristemente paradigmático, o sobreviviendo a duras penas. La oferta de formación que se realizaba desde instituciones locales (ayuntamientos y diputaciones) se ha visto también fuertemente reducida cuando no ha desaparecido simplemente. En algunos casos se ha redimensionado a objetivos y ofertas más modestas y ajustadas a sus territorios.
En este contexto de crisis se han abierto camino, no sin cierta dificultad, algunas iniciativas privadas de formación que tratan de adaptarse a la demanda y sobre todo a los nuevos formatos digitales tanto de soportes como de productos y servicios culturales. Es el momento de la formación on line y enfocada a la gestión de microempresas culturales.
Sin embargo también es la ocasión de plantearse de una forma definitiva el modelo que debe seguir la formación de gestores culturales adaptados a los tiempos, con independencia de su adscripción a lo privado o a lo público y de su origen disciplinar. Porque el gestor es el agente que debe tratar de encontrar la vías de adecuación del sector de la cultura a las realidades cambiantes del contexto. Se entiende en esta línea que las organizaciones y proyectos culturales contemporáneos se inscriben en el marco de lo que algunos autores han denominado organizaciones de complejidad.
Entendida como estructuras que han de gestionar a partir de procesos complejos de toma de decisiones sobre el terreno y con la dificultades de no disponer de elementos estándares, normativos o legislativos que resuelvan todas las variadas situaciones de su sector (MARTINELL, 2001). Las respuestas formativas ante esta complejidad que envuelve a la gestión cultural y su acción profesional no pueden ser ofertas encorsetadas y estáticas.
El modelo formativo de los gestores actuales, en el contexto del mundo líquido, se deben basar más en el desarrollo de las capacidades, de unas capacidades que les permitan elaborar respuestas ágiles a las necesidades culturales de los territorios y sus habitantes.