Por:
Max Araujo
Ex Miembro de
Consejo de Administración
ADESCA
16 de septiembre de 2020
Desde los inicios hasta el presente del Aporte para la Descentralización Cultural –ADESCA– he tenido el privilegio de estar cerca.Primero, cuando se concibió –durante el gobierno de Ramiro de León Carpio– como un Fondo que algunas personas pretendieron que sustituyera al Ministerio de Cultura y Deportes –una idea a la que nos opusimos de entrada–; después como una figura legal que como fondo conviviera con dicho Ministerio; y posteriormente, cuando se aprobó mediante un Decreto del Congreso de la República, como una entidad descentralizada del Estado.
Después de esa aprobación jurídica como el primer presidente de su Consejo de Administración –mis oficinas profesionales en el edificio El Patio fueron su domicilio inicial–, y por último como miembro de dicho Consejo durante varios años. Es por ello que tengo claro el origen de la entidad, su desarrollo, sus problemas y sus necesidades, pero también lo que ha significado para la cultura guatemalteca en apoyos puntuales y concretos para la salvaguardia del rico y variado patrimonio cultural de la nación, tangible e intangible.
Con propiedad puedo afirmar que escribir sobre ADESCA es narrar una historia de entrega y generosidad, cuyos protagonistas han sido y son las personas de su Consejo de Administración –algunas ya fallecidas–, los miembros de las comisiones de selección de proyectos y el personal administrativo que los ha acompañado, con la misma mística y con los mismos sueños, dejando a un lado compromisos familiares, descansos en fines de semana, trabajando de noche, si es necesario.
Todo ese esfuerzo para entregar a tiempo los fondos asignados y para supervisar los proyectos seleccionados –beneficiados– en lugares cercanos y en rincones alejados de la patria, sin discriminaciones por etnia, condición social y religiosa, con la conciencia clara de que Guatemala es multicultural, multiétnica y plurilingüe, y que esta diversidad es una riqueza y no un lastre como algunas personas –pocas afortunadamente– lo han afirmado.
Desde 1998, año en el que presentamos al ADESCA, en un acto público en el Salón de Banderas del Palacio Nacional de la Cultura –después de cumplir con los requisitos burocráticos de ley– y cuando el Ministerio de Cultura y Deportes hizo la primera traslación de fondos –hecho de aportación que se repite cada año desde entonces– han sido miles de personas beneficiadas,
cientos de proyectos apoyados. ADESCA ha llegado con esos apoyos, con requisitos mínimos y accesibles, a personas en lo individual, a grupos culturales y comunidades –estas últimas a las que pocas entidades de gobierno han atendido– por eso se ha ganado la credibilidad y la confianza de muchas personas.
Ha conseguido además el ayudar a consolidar los valores de la cultura: Identidad, autoestima, orgullo, sentido de pertenencia, cohesión social y como mecanismo para colaborar en la lucha contra la desigualdad, la violencia y la extrema pobreza.
En esta entidad se ha tenido claro, desde sus inicios, que la cultura es un motor del desarrollo integral, y que apoyando a la creación de emprendimientos culturales se generan desarrollos y superaciones personales y colectivas. Termino estas palabras, con las que hago votos para que el ADESCA continúe y mejore su trabajo en todos los aspectos, afirmando que esta entidad descentralizada ha generado en Guatemala una revolución cultural.